En su exposición sobre este controvertido tema respecto a la naturaleza y sentido del mal, en cuya larga historia de especulaciones generadas por las diferentes culturas y sociedades humanas se ha tendido a desnaturalizar el problema del mal, la Dra. Ikram Antaki establece como punto de inicio un marco claro y lógico de exposición al partir de una distinción fundamental en la discusión del tema. A decir, la del mal como un acontecimiento inevitable en el curso de la vida humana y la del mal como expresión de un acto intencionado e inaceptable en la conducta de los individuos.

La primera tiene que ver con el carácter contingente y mortal de nuestra vida y la conciencia que de ese dato fundamental nos acompaña, por lo que sólo resta reconciliarse con esta dimensión del mal y llegar a términos con la misma en la afirmación de la vida y las potencias humanas. Es respecto a la segunda vertiente del mal, como acto y relación sufrida, que la Dra. Antaki se detiene y amplia su explicación de este fenómeno sobre la base de las principales elucubraciones culturales, teológicas y científicas que hay al respecto.

Abarcando las grandes discusiones teológicas contenidas en las llamadas teodiceas, la Dra. Antaki pone de manifiesto los contendidos irracionales, metafísicos y débiles como horizontes explicativos de las visiones religiosas del mal en general al hacer de este un tema subordinado al de la potencia o bondad de Dios, ó en caso contrario, al subsumir en explicaciones providencialistas la existencia del mal para terminar justificándolo como parte integral del plan divino que será realizado al final de la historia y en donde todo sufrimiento y mal cometido cobrará pleno sentido a la luz de la realización del cometido y sentido pleno de la creación que Dios tendría preparado. 

Por otra parte revisa las concepciones del mal de algunos filósofos como Emmanuel Kant y su teoría del mal radical junto con la de Hegel, a las cuales reconoce un gran avance en su tratamiento del tema al considerar el mal como intrínseco a la naturaleza humana y no como un fenómeno extrínseco al problema humano. Sin embargo, denuncia en sus teorías un sesgo providencialista y redentor en tanto que sus teorías están aún imbricadas del optimismo iluminista propio de su era y de una concepción teológica de la historia, mediante la cual el mal es, al igual que en las visiones religiosas, metabolizado y redimido por el progreso ulterior del género humano.

Finalmente, la Dra. Antaki aborda la cuestión desde el punto de vista estrictamente científico y biológico del problema y busca situar este fenómeno como uno de tensión entre los distintos impulsos y apetencias del hombre, en cuyo interior se debaten tendencias a la socialización con las de una competencia y violencia extrema que no pueden ser erradicadas del todo sino simplemente equilibradas y mediadas por la intercesión civilizatoria de la cultura y el progreso moral de las sociedades.

Su exposición concluye con tres afirmaciones básicas que permiten situar en su adecuada proporción al problema y en la única dimensión donde efectivamente podemos avanzar en la comprensión científica y filosófica del mismo, brindándonos con ello una importante herramienta epistemológica para continuar nuestras meditaciones al respecto desde un terreno fértil y prometedor al respecto. Estas son primero, que no hay una solución teórica-especulativa al problema del mal. Segundo, que a pesar de ello el mal es algo que debemos combatir y finalmente que es en la relación humana mediada esencialmente por el lenguaje el único campo de batalla que tenemos disponible para enfrentarnos al mal al ser este el vehículo fundamental de nuestros más nobles o viles impulsos.